Leche frita y helado de arroz con leche

marzo 25, 2013
Mi version de dos clásicos de Semana Santa. La verdad es que con las fiestas ya encima y con la cantidad de clásicos tradicionales o versionados que hay por todas partes, no es fácil añadir nada más a todo lo que se puede encontrar por ahí. 
Sin embargo, me apetecía mucho publicar esta receta que hace feliz a uno que yo conozco. El arroz con leche y la leche frita son sus dos postres favoritos, en este orden. Y a mí no me salen mal, pero nunca me acuerdo de hacérselos. Antes de tener el blog, el postre en casa siempre era fruta o yogur. Después tuve una temporada que había tantas cosas que acabamos saturados, y además lo que me apetecía era probar cosas nuevas, y ahora hemos vuelto a la frutita del tiempo, al menos para el día a día. 
Pero en algunos momentos hay que darle gusto, y en estas fechas la leche frita es un habitual. 
Comparado con otros, no es uno de los postres más calóricos y cargados de grasas, sus ingredientes son baratos y los tienes seguro en casa, y si eres capaz de comer sólo uno o dos trocitos, es una verdadera delicia. 



El arroz con leche es otro de esos postres que le gustan a todo el mundo, y que puedes encontrar con ligeras variaciones no sólo en cualquier parte de España, sino casi, casi, del mundo. También es sencillo, barato y con ese sabor inconfundible a postre de abuela que te trae recuerdos con cada cucharada. De hecho, a mí me sigue sorprendiendo ver estos postres en las cartas de los restaurantes. 
Cuando era pequeña, una iba a los restaurantes a comer lo que no comía en casa habitualmente. Cosas diferentes, poco habituales. Ahora uno va a los restaurantes para comer comida casera. Para recuperar esos sabores caseros que ya no conseguimos reproducir: las croquetas, los potajes, el cocido. Aún me sonrío cada vez que me acuerdo de una vez que mis hermanas tenían un compromiso de trabajo e invitaron a casa a unos amigos de mis padres con los que habían hecho negocios. A él sólo le faltó darle un par de besos a mi madre cuando comía sus croquetas. No os podéis imaginar cómo saboreaba esas croquetas que ella hacía cada semana y que él decía que no había vuelto a probar desde que murió su madre. 


 A veces me pregunto cuáles serán los recuerdos culinarios de mis hijas, esas recetas que les hagan recordar su infancia, o que las trasladen a momentos felices y deliciosos. Porque están creciendo lejos de sus abuelos y sus primos, sin comidas familiares multitudinarias, porque yo tengo el tiempo justito cada día para intentar llegar a todo, y porque no sé si os pasa a vosotras, pero desde que soy madre tengo a la mía en un altar, (aunque se lo diga tan poco, lo siento, mami, pero sé perfectamente lo que vales), y estoy convencida de que nunca, nunca voy a llegar a su nivel en miles de cosas. 
Confío en que mis hijas sepan cuánto las quiero, y que al no poder comparar, al menos, no salga tan mal parada. 
Me reconcilia que ayer estuvimos haciendo galletas juntas a petición suya, y que postres como el de hoy pueden servirles también para construir sus recuerdos, aunque ellas todavía no lo sepan.




Leche frita

Ingredientes para (4-6 personas)
6 huevos
60 gr. de harina de maíz (Maizena)
60 gr. de harina
120 gr. de azúcar
1 cucharadita de esencia de vainilla
1/2 litro de leche
1 cucharadita de canela en polvo
100 gr. de azúcar glas
1 nuez de mantequilla para engrasar la fuente

Preparación:
Poner a hervir la leche en un caso. Por otra parte, poner los huevos batidos, el azúcar y la vainilla en otro cazo. Añadir la harina y la maizena al segundo cazo y remover muy bien. Añadir la leche hirviendo y cocer unos cinco minutos, sin dejar de remover todo el tiempo. Tiene que quedar una crema espesa. Si tiene grumos, pasar la crema por un colador, o batir con una batidora hasta eliminarlos.
Untar una fuente de servir con un poco de mantequilla y verter la mezcla. Dejarla cuajar hasta que enfríe, cortar la masa en porciones regulares y desmoldar.
Poner una sartén al fuego con bastante aceite. Pasar las porciones por harina y huevo batido, rebozar bien por ambas caras y freir. Servir espolvoreadas con azúcar glas y canela.

Helado de arroz con leche 

Ingredientes
150 gramos de arroz con leche (ver receta a continuación)
200 gramos de nata (al menos 30% materia grasa)
200 ml de leche 
50 gramos de azúcar
Canela en polvo

Para el arroz con leche
200 gramos de arroz
1 litro y cuarto de leche (1250 ml)
200 gramos de azúcar
1 rama de canela
Piel de un limón

Preparación
Preparar el arroz con leche como habitualmente. En mi caso, lo puse todo en la panificadora en el programa de mermelada y se hace solo. Si no: el método tradicional es llevar a ebullición la leche, añadir el azúcar, el arroz, la canela y la piel del limón en trozos gruesos para poder retirarlo fácilmente después (a mí no me gusta encontrar trocitos de la ralladura de cítricos en los postres). Cocer a fuego medio con mucho cuidado de que no se queme hasta que esté hecho el arroz: unos 20 minutos. Retirar la canela en rama y la piel de limón y poner en los recipientes de servir a enfriar. Con estas cantidades salen aproximadamente 4 raciones de arroz con leche. 
Una vez enfriado, poner el arroz con leche en un bol, añadir 200 ml de nata y 200 ml de leche entera, un poco de canela en polvo y batir hasta obtener una pasta. Probar y añadir azúcar. Debe estar bastante dulce porque con el frío el sabor dulce se rebaja y quedaría insípido. Poner en el congelador al menos 3 o 4 horas. Sacar del congelador unos 10 -15 minutos antes de servir, porque queda bastante consistente.
Servir junto con la leche frita.


* Me vais a disculpar: había un error en el listado de ingredientes. Faltaba la leche para el helado, que sí aparece en las indicaciones de la preparación. Lo he corregido y ahora ya está correcta la receta. 

Tengo un horno y sé cómo usarlo, en Cocina Diez

marzo 20, 2013



Bueno, un poco más y os lo cuento cuando la revista ya no está en los kioskos!!!
Estoy muy, muy contenta de compartir con vosotros que este mes el blog aparece en la revista Cocina Diez, el mensual que se vende conjuntamente con Casa Diez.

Como sabéis, una de sus secciones es "el blog del mes" y el de este mes ha sido el mío. 
Como el número entero sigue el tema de invitar en casa y triunfar, han escogido algunas recetas ya publicadas para hacer con amigos, rápidas, divertidas y muy fáciles, pero para quedar de maravilla.


Las recetas puedes verlas en la revista, o seguir los enlaces:

Sopa de pollo con almendras

Pastel de pescado

Crumble de frutos rojos con helado de mascarpone





PD:  Y sí, esa cara que se ve por ahí es la mía :-)




Estofado de Guinness por San Patricio

marzo 17, 2013


En los últimos años he tenido la oportunidad de visitar con cierta frecuencia Dublín. Nunca he estado por San Patricio, pero acabo de volver de otra visita reciente y este año no me escapo de hacer también mi guiño a los irlandeses.

Mis referencias son limitadas a este puñado de recientes visitas, pero tenía ganas de compartirlas, y San Patricio es una fecha demasiado apropiada para dejar de hacerlo.

Algunas de mis notas mentales con respecto a Irlanda tienen que ver con que jamás en la vida enviaría a mis hijas a aprender inglés allí en verano. Si a algún bienintencionado padre se os ocurre ir en cualquier momento entre junio y septiembre os aseguro, que como a mí, os impresionará cuánto italiano y cuánto español son capaces de absorber vuestros angelitos y lo sencillo que les resultará pasar el mes sin cruzar una palabra en la lengua de Joyce más allá de los intercambios ocasionales en las compras y poco más. De verdad, si lo estáis pensado, pensadlo mejor: es una muy, muy mala idea.

Si tenéis amigos irlandeses estoy segura de que los apreciaréis con todo vuestro corazón, que siempre los recordaréis con una sonrisa en los labios (a ellos, -y vosotros sacaréis una sonrisa por vuestra parte al recordarlos-), aunque no os atreveríais a asegurar en qué parte del mundo se encuentran, porque su capacidad para cambiar de rumbo solo es comparable al tamaño de su sonrisa; que habréis podido comprobar su resistencia casi innata al alcohol, y que os habrá resultado más que fácil encariñaros con ellos.

Si tenéis oportunidad de visitar la ciudad, la disfrutaréis, seguro. Una visita que hay que hacer, al menos una vez, es a la fábrica de la más célebre cerveza negra del mundo: Guinness.

La visita a la fábrica no tendría mayor interés si no fuera porque en la entrada está incluida una pinta de Guinness para los adultos en el bar que está en una cúpula acristalada desde la que se puede ver toda la ciudad.

Si además, tenéis suerte, y pilláis de humor al camarero, os hará auténticas virguerías en la espuma de la cerveza con el tirador. En mi caso, dibujó un trébol, y no porque le pusiera ojitos. El pobre chaval, -yo creo que apenas tendría 16 años-, bajito, feúcho, pero con mucha labia, les estaba vacilando a un grupito de rubitas que apenas tenían edad para beber cerveza, y mientras tiraba sus pintas, siguió ya con la mía. No fue capaz de tirarla sin más, después de haberme tenido esperando pacientemente todo el rato que se tiró intentando lucirse con los pimpollos. Mi marido ya no tuvo suerte, así que la suya quedó con la espuma lisa, pero perfectamente tirada, y después de que reposara su tiempo, los dos tomamos nuestra Guinness, la mía con su trébol de cuatro hojas dibujado en la espuma, viendo los tejados de Dublín.

Y todo esto viene a que tal día como hoy, 17 de marzo, los irlandeses de todo el mundo (y esto no es una exageración, los hay -o descendientes suyos, que se sienten igual de irlandeses- hasta en el lugar menos imaginable) celebran el día de San Patricio, que es una forma como cualquier otra de unir varias fiestas en una sola cuya principal virtud ahora mismo es celebrar la esencia del ser irlandés.

El verde, los tréboles de cuatro hojas, los enanitos con ollas de oro, la Guinness, el whiskey, el colcannon, el pan de soda irlandés y una lista que se podría alargar muchos párrafos lo llenan todo en una celebración que sacralizó las celebraciones paganas del inicio de la primavera y que últimamente exalta el orgullo de ser irlandés. Lo de menos es dónde se celebre. De hecho, fuera de Irlanda (sobre todo en los USA) la celebración es bastante más espectacular, pero eso es otra historia.

Feliz día de San Patricio, feliz primavera, y buen provecho, porque toda fiesta que se precie tiene que llevar apajaredo su correspondiente festín.

El que yo os propongo trae el alcohol incorporado: para mí ya en el recuerdo siempre de esa pinta sobre el cielo de Dublín. 

Cheers.





Estofado de ternera con Guinness

Ingredientes (para 4 personas)

1 kg de carne de ternera para estofar (morcillo o similar), cortada en tacos
5 cucharadas soperas de aceite de oliva virgen extra (aproximadamente)
3 dientes de ajo
1 cebolla mediana
3 cucharadas soperas de tomate frito (mejor si es casero)
1 cucharadita de gramos de comino
8 granos de pimienta negra enteros
1 pinta de Guinness (440 ml aprox)
6 zanahorias
500 gramos de cebollitas francesas

Preparación

En la olla a presión, poner tres cucharadas de aceite, y freir ligeramente toda la carne, a fuego fuerte, en tandas si fuera necesario. Cuando pierda su color crudo, pasar a un plato y reservar.

Añadir el resto del aceite, solo lo suficiente para cubrir la base de la olla, poner los dientes de ajo pelados, pero enteros, y dorarlos ligeramente a fuego medio, sin dejar que se quemen. (Yo retiro los ajos después de este paso, porque me molesta encontrarlos, pero  puedes dejarlos si lo prefieres, o incluso ponerlos picados si te gusta un sabor a ajo más intenso). Añadir la cebolla picada en dados pequeños, y dejar que se poche hasta que quede casi transparente. 

Una vez lista la base, añadir el tomate frito, la carne con los jugos que haya soltado en el plato en el que ha reposado, el comino, la pimienta y la cerveza.

Cerrar la olla, y dejar que se cocine una vez empiece a soltar el vapor durante unos 25 minutos (en la mía en la posición 2 de vapor, no sé a qué equivale en otras). Pasado este tiempo, dejar salir el vapor, abrir la olla, y añadir las zanahorias en trozos como de 2 centímetros, y las cebollitas. Cerrar de nuevo la olla, y cocinar una vez empiece a soltar el vapor otros 5 minutos.

Se puede servir solo, o con un puré de patatas y col, o cualquier guarnición de patata que te guste.


NOTAS: 

  • Ya sé que las cebollitas francesas y la olla a presión tienen muy poco de irlandés, pero sin ella en mi casa no se tomaría un estofado nunca. Después de quitarme el miedo que le tenía, he encontrado en la olla a presión una herramienta perfecta para guisos y preparados que de otra manera no podría hacer porque no tengo tiempo para eso. Y si reduces de dos o tres horas la cocción a media hora como mucho, te aseguro que el gasto también se reduce mucho. Las cebollitas francesas me apetecieron y las tenía en casa, y han quedado muy bien. El guiso no sufrirá si no se las pones, o si les añades alguna otra cosa que te apetezca.
  • No he pasado por harina la carne al freirla. Realmente, a mí me parece que no le hace falta. En este estofado la salsa queda suficientemente gruesa sin necesidad de añadirle harina, y la carne queda igual de bien sin ella.
  • Las especias son como los complementos en la ropa. Realmente no es imprescindible, los platos están comestibles sin ellas, pero igual que con unos buenos zapatos, bien peinada y maquillada cambias una barbaridad, con las especias bien usadas los platos pasan de buenos a especiales. En este caso, los cominos -y la pimienta, pero sobre todo el comino- le dan un toque imprescindible, absolutamente imprescindible. 
  • La cerveza negra es casi una comida en sí misma. Tiene cuerpo y engorda la salsa, le da sabor y color, y hace, junto a las especias, que este plato sea un estofado muy especial.




Alcachofas en vinagreta

marzo 12, 2013
Hoy la verdura es la protagonista. Adoro las alcachofas, es una de mis verduras favoritas, que me apetece siempre y de todas las maneras, pero hasta ahora no las había probado así de sencillas, sin saltear o freír, simplemente con una vinagreta. Una receta absolutamente recomendable para los amantes de esta verdura porque su sabor se aprecia a la perfección así. Un aperitivo perfecto, o un primer plato ligero en cualquier momento del año. Con alcachofas frescas en temporada (noviembre a marzo) o en conserva (de calidad) el resto del año, no puede ser más limpio, y más sabroso.

Alcahofas en vinagreta

Ingredientes
12 alcachofas
3 cucharadas soperas de vinagre 
9 cucharadas soperas de aceite de oliva virgen extra
Perejil fresco picado al gusto
1 limón
Agua
Sal

Preparación
Quita el tallo de las alcachofas y retira las hojas externas duras. Córtalas en dos a lo largo y frota con el medio limón para que no se oxiden. Pon en un bol grande con agua fría y el zumo del otro medio limón.
Pon agua abundante con sal en una cazuela y lleva a hervir. Añade las alcachofas, y cuando vuelva a hervir, reduce el fuego y cubre la cazuela con la tapa. Deja que cuezan hasta que estén tiernas; unos 25 minutos, más o menos. Comrpueba si están cocidas y escúrrelas bien, quitándoles toda el agua. Yo las dejo sobre papel de cocina para que terminen de soltar el agua, porque si no están bien secas aguarán la vinagreta. 
Prepara la vinagreta en un bol amplio. Disuelve la sal en el vinagre y añade luego el aceite. Mezcla bien  para emulsionar. 
Pon las alcachofas en la fuente donde las vayas a servir, vierte la vinagreta por encima, y termina con el perejil. Sirve inmediatamente.

3 añitos de blog Bollitos de canela

marzo 07, 2013

Tres añitos! Sí, exactamente ese es el tiempo que hace que empecé a publicar este blog. Un domingo de marzo, hace tres años, publicaba esta misma receta. Desde entonces he aprendido a cocinar mucho más de lo que pensaba que nunca sería capaz, me he peleado con aplicaciones varias, y he compartido momentos con muchísima gente de muchísimos sitios. 

Todos los que lleváis ya un tiempo en esto sabéis por experiencia que la relación con el blog es como la de un corredor de larga distancia. Hay temporadas en las que las ideas fluyen, falta tiempo para llevarlas a la práctica, la motivación sobra, y todo sale rodado. Otras, llega la pájara, todo cuesta esfuerzo, te deshinchas, te preguntas por qué estás haciendo esto, o para qué seguir. Y hay otras en las que la motivación y las fuerzas tienen muy poco que ver, como me lleva pasando a mí en los últimos meses: simplemente, el resto de tu vida tira de tí en tantas direcciones que justo te da para seguir publicando de vez en cuando, y aún más de vez en cuando seguir todos esos blogs maravillosos que están ahí.


Para los que lleváis poco tiempo por aquí, o simplemente aterrizáis en esta entrada, os contaré que esta es la primera receta que hice en el blog. Hay muchísimas versiones de bollitos de canela por ahí, pero esta receta para mí siempre tendrá mucho detrás. J. y yo pasamos 3 años juntos en Finlandia y a él le encantaban estos bollitos que allí se toman con el café. Su principal particularidad frente a otras recetas es que llevan cardamomo. 
Pero eso es casi lo de menos. Esta receta para mí significa lo que fueron aquellos primeros años de nuestro matrimonio, solos, en medio de una ciudad extraña, en una aventura que no teníamos idea de cómo iba a seguir, pero con todo por delante. Y eso es lo que siempre me ha pasado con la comida. Detrás de las recetas hay historias, sensaciones y recuerdos que nos sacan una sonrisa, o nos recuerdan a alguien, o nos hacen desear que ciertos sueños se cumplan, como cuando éramos niños y el olor de la cocina de casa bastaba para saber que todo estaba bien.


 
 
Por eso, vuelvo, otra vez, este año, a la misma receta. J. sigue devorando estos bollos de canela con las mismas ganas que hace años, y yo, en una tradición que he creado para mí misma, los vuelvo a hacer cada año. Y ni siquiera siempre. El año pasado las obligaciones ni siquiera me dejaron llegar a tiempo al cumpleaños del blog. Claro que nadie dijo que esto tuviera que estar escrito en piedra.


Esta es solo la última versión (por ahora) de la primera receta del blog. Porque me gusta volver al principio y volver a hacer lo mismo, pero con un año más cada vez. 

Si queréis ver la receta (y las fotos) iniciales, la podéis encontrar aquí:

Pulla de canela

Y aquí está la versión del primer año:

Bollitos finlandeses de canela, o primer año de blog



¿Cuál os gusta más?

Yo espero poder seguir jugando a este juego, a pesar de las pájaras, de las obligaciones y de las prisas, durante mucho más tiempo: Al menos, mientras me lo siga pasando tan bien con todos vosotros y disfrutando tanto del blog, de la comida, y de las historias que nacen hasta en las cocinas más pequeñas. 





 
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