Me encantaría haber podido publicar esta entrada hace como cuatro o cinco días. Me encantaría haber podido mantener el ritmo habitual de publicación, pero no ha podido ser. Realmente, los últimos tiempos están viniendo tan cargados de obligaciones, viajes, trabajo, que no tengo un respiro. Odio no tener tiempo para el blog, porque realmente es lo que más me divierte, y hasta ahora he intentado mantener el ritmo en todo momento, pero mientras esto siga siendo sólo un hobby, (y no veo en un horizonte muy cercano demasiados bloggers profesionales en este país: si es de otra manera y no me he enterado, ya me lo diréis) tengo que seguir compaginándolo con mi trabajo a jornada completa, con mi familia, y con el resto de mi vida, y hay momentos, como ahora, en los que todo parece una conspiración para que ni con esfuerzo pueda llegar a todo.
Yo misma me canso de quejarme tanto. Es un lujo en este momento poder estar ocupada, tan ocupada, así que esto más que una queja, es una explicación.
Por otra parte, hay veces que los viajes no son sólo de trabajo. Hay veces que la urgencia es tanta y tan continua que no damos valor a lo importante. Y cuando hay que hacer un frenazo porque lo que exige que estés ahí es algo importante, me temo que no puedo quejarme por desatender por unos días este blog.
A todos los que os pasáis por aquí, y dejáis comentarios, a todos los blogs que suelo visitar y comentar a mi vez, a quienes me seguís en facebook o twitter, gracias por estar ahí, y disculpas porque durante unos días me temo que voy a estar desaparecida.
Estoy segura de que será sólo unos días y después, en algún momento, todo volverá a su ritmo. Y si no, tendré que buscar la forma de hacer que todo encaje otra vez. Si lo consigo, ya os explicaré cómo, porque ahora mismo no tengo perfeccionada la técnica para que los días tengan 30 horas (porque ganar un campeonato de ojeras no cuenta aquí, ¿verdad?).
En fin, estos pasteles de pescado no tienen la culpa de mi agenda. De hecho, los pobres llevan esperando ya bastantes días su publicación. Esta es otra versión ligera de un clásico anglosajón. Yo sigo con mi personal batalla por una dieta más ligera, más equilibrada, pero sabrosa y apetecible. El pescado al horno o a la plancha es una maravilla, pero también me apetece de vez en cuando comer algo así. A estas tartas les he quitado la bechamel que suele ligarlas y las he cambiado por una salsa hecha con leche y queso. Así resulta una tartita cremosa, más consistente que sólo el pescado pero sin un aporte calórico excesivo.
Pastel de pescado
Ingredientes (para 4 personas)
500 gramos de pescado blanco en filetes, limpio y sin espinas (merluza, bacalao fresco o similar)
3 chalotas
100 gramos de queso fresco batido desnatado (y algo más para servir)
100 ml de leche desnatada
5 gramos de harina de maíz (1 cucharadita de Maicena)
Perejil picado
Aceite
Preparación
En una sartén amplia, poner un poco de aceite y sofreir la chalota. Poner el pescado en un recipiente apto para microondas, salpimentar ligeramente, poner unas gotas de aceite y hacer 1 minuto a máxima potencia. Dar la vuelta a los filetes y hacer otro minuto. Dejar enfriar el pescado para poder desmigarlo con las manos.
Precalentar el horno a 220º. Poner el pescado en la sartén, con los jugos que haya soltado. Añadir el queso crema. Disolver la cuharadita de maizena en la leche y añadir a la sartén. Añadir el resto de la leche. Remover y añadir el perejil picado. Cocinar a fuego medio unos 5 minutos, hasta que deje de estar líquida la salsa y comience a espesar. Probar y rectificar de sal si fuera necesario. Repartir en moldes aptos para horno y cocinar en el horno a 200º, unos 15 minutos. (La parte superior debe quedar tostada y hacer burbujitas). Servir acompañado de una cucharadita de queso crema y perejil.