La mitad de este plato hace felices a mis hijas. La otra mitad no la soportan. Mejor el 50% que nada, ¿no os parece? Tengo la inmensa suerte de tener a dos enamoradas del pescado. Y no, no son palitos de pescado precongelados lo que les gusta. Ellas aprecian cualquier pescado "de mayores". Claro que teniendo en cuenta que les llega totalmente limpio de espinas y piel, y con sabor a pescado, sin más historias, pues tampoco es de extrañar. Desde bebés se lo han comido sin problema. Es más, incluso me lo piden si pasan unos días sin comerlo por lo que sea.
Las verduras son otro cantar, pero me temo que no se puede tener todo. Intentamos compensarlo con más fruta, hortalizas, y jugando al despiste, que como casi siempre en la vida, da muy buen resultado.
Este plato de hoy es de una simplicidad pasmosa, rápido, muy ligero, pero absolutamente perfecto si cuentas con una buena merluza.
La idea, (el original es bastante más sofisticado que lo que yo he hecho, pero es que a mí lo de simplificar y hacer cosas rapiditas es lo que mejor se me da), me rondaba la cabeza desde hace meses, y se la debo a mi suegro desde entonces.
Seguro que a vosotras os pasa también: la vida del blogger de cocina es muy achuchada. Todo el mundo espera que hagas maravillas cuando les visitas, o cuando les invitas (esto no está mal, pero estar fuera de tu cocina, sin tus cosas, y que te pidan según qué, pues como que se hace muy raro), o al revés: cuando te invitan, quieren impresionarte, o te miran casi nerviosos a ver qué cara pones cuando te acaban de poner delante un plato, como si fueras a juzgarlo.
Yo, que de gurú no tengo nada, que soy una chica mujer de gustos sencillos, que aprecia como la que más que le preparen la comida, porque sabe de sobra el trabajo que hay detrás de cualquier plato, reconozco que no soy nada exigente, y que me encanta todo lo que me hacen mis amigos y mi familia, así que no entiendo mucho todo este rollo solo por el blog.
{INCISO: En los restaurantes es otro cantar. Porque eso, señores, es un negocio, y en los negocios lo único que no admito es que no se sea profesional. Y como me he hartado de que me cobren caca a precio de comida fresca, bien preparada y de la buena, pues reconozco que puedo ser un poco toca-bowlings, pero es lo que hay, qué le vamos a hacer. Manolete, si no sabes torear pa' qué te metes! FIN DEL INCISO}.
Volviendo al tema, que me desvío una barbaridad: Mi suegro, que de la cocina del día a día, como buen representante de su generación, pasa mucho, y la deja en manos de su mujer, para las ocasiones especiales es un cocinillas de galones. Pero de los de verdad. Como buen vasco con un perímetro de cintura que se le dispara en cuanto deja la dieta estricta (vamos que le gusta comer mucho y muy bien) y con una mano para la cocina tradicional que ya la quisieran muchos, es un crack cuando se mete en la cocina. Y claro, como creo que nunca se lo había dicho (yo es que soy tan inocente que a veces se me olvida la falta que nos hace a todos que nos digan lo bien que hacemos aquello que hacemos bien, que los otros agradecen infinitamente que valoremos sus esfuerzos, pero sobre todo que se lo digamos. Eso de "como todo estaba bien, no había dicho nada", es una mala filosofía, de verdad), pues la última vez que estuvimos en su casa, se molestó en preparar un plato especial para ver qué me parecía.
El plato, desde luego, era mucho mejor que el mío de hoy. Digamos que por aquello de mantener su dieta la base era la misma, pero totalmente incomparable: las verduras eran de la huerta y estaban frescas, recién cogidas, y perfectas. Pequeño detalle con el que yo no cuento en casa, (y cuánto me acuerdo ahora de cómo odiaba cuando de pequeña, mi madre nos mandaba a la huerta a coger las lechugas, los tomates, cada día, para comerlos en su punto) y que os podéis imaginar que marca una diferencia. Pero la idea era la misma: con su dieta de fondo, las verduras estaban frescas, recién cogidas, pero hechas al vapor en el molde de pyrex que os enseño abajo (que ellos tienen uno igual). Pero la principal diferencia es que lo que él puso sobre ese lecho de verduritas aliñadas sólo con un hilito de aceite de oliva fue una ración de bacalao preparado al pil-pil.

Y no, señores, yo no lo repito, porque para qué. Él es muy generoso con sus recetas, como gran cocinero (a mí lo de guardar algún secreto en una receta siempre me ha parecido la muestra de la mezquindad del que se sabe incapaz de seguir siendo el mejor en igualdad de condiciones), y cada vez que le he preguntado cómo hace algo me lo ha explicado sin ahorrar una coma, con su sonrisa de satisfacción socarrona y medio tomándome el pelo, pero siempre contándome cómo hace las cosas.
Y cuando el maestro ejecuta, los aprendices le hacemos una reverencia, lo disfrutamos y poco más. Porque poco más se puede hacer.
Yo, que todavía no he comprobado si tengo mano para el pil pil, porque me da respeto y siempre creo que me va a llevar mucho tiempo, hace unos días iba apurada de tiempo y decidí optar por la versión atajo y ligerita del plato delicioso que él nos preparó. La verdad es que en diez minutos puedes preparar este plato, con verduras y pescado, que con algún hidrato ligero se convierte en una cena deliciosa.
Merluza rápida con verduritas
Ingredientes para 4 personas
4 lomos de merluza, con piel y limpia de espinas
1 cebolla
2 pimientos verdes
1 pimiento rojo
1/2 berenjena
2 zanahorias
Aceite de Oliva Virgen Extra
Sal gruesa
Pimienta
El molde de pyrex para el microondas, que va genial para las verduritas.
Preparación
Pica todas las verduras en trozos pequeños, ponlas en el estuche de vapor de
Pyrex, o en un recipiente apto para microondas, salpimenta ligeramente y añade un hilito de aceite de oliva. Mezcla bien, y llévalo al microondas 2 minutos a máxima potencia. Si lo haces con un recipiente normal, cúbrelo de film de cocina, y hazle varios agujeros para que el vapor pueda salir. Saca del microondas, añade otra cucharadita de aceite si es necesario (si las verduras no han soltado nada de líquido), remueve de nuevo y ponlas otro minuto más. A partir de aquí, prueba cada vez hasta que las dejes en el punto que te gustan de cocción, pero siempre de minuto en minuto para no acabar con un puré de hortalizas.
La merluza a la plancha la preparo como le vi hacerlo a Isma Prados en un programa de cocina. Para no acabar con el pescado pegado en la plancha o la parrilla, o a trozos, pongo papel de horno sobre la plancha, y sobre el papel de horno unas gotas de aceite y el pescado con la piel hacia arriba. Primero marco el lado de la carne, luego le doy la vuelta con cuidado de no romperlo y hago el lado de la piel.
Pasarse con la cocción del pescado es matarlo, así que un par de minutos por cada lado debería bastar, pero como depende tanto del grosor de tu pieza, tan pronto como compruebes que el centro pierde su color crudo, sácalo inmediatamente, o se hará demasiado.
Sirve el pescado sobre el lecho de verduras y añade un poco de pimienta y sal gruesa.
En poco más de cinco minutos tienes un plato sano, ligero y delicioso.