Arroz con leche y granada


Creo que desde que me mudé a Belfast he entrado en un bucle en el tiempo. Las horas pasan más rápido, los días vuelan, las semanas se acortan, los meses desaparecen sin que apenas me dé cuenta. Acaban de pasar mis primeros 6 meses aquí, y no podéis imaginar lo rápido que ha sido todo.

Estoy muy contenta, pero ahora mismo llevo una velocidad de crucero más que considerable.

En estos meses he estado trabajando, mucho, mucho, mucho (pero como esta era también la idea, y me lo paso muy bien, tampoco es que me queje). He estado intentando organizar el frente doméstico (aunque os parezca una chorrada, encontrar de nuevo un zapatero que te arregle las botas que llevan contigo media vida y que adoras; o una modista que te pueda solucionar esos arreglillos, no son cosas sencillas cada vez que cambias de ciudad. No es física cuántica, claro que no, pero esas pequeñas cosas que ya tienes solucionadas y que en el día a día se agradecen, llevan tiempo). De momento, ya he encontrado a los dos. Y debo decir que este último mes por fin me he sentido cómoda conduciendo por mi cuenta. Me ha llevado algo de tiempo soltarme, sobre todo porque tiempo es lo que apenas tengo. Tiempo para explorar, para probar, para perderme, para descubrir. Llegará, supongo, pero no inmediatamente. Así que aunque poco a poco ya voy ampliando mis  escapadas. Si además el tiempo no hubiera sido tan horrible, incluso hubiéramos hecho alguna excursión, pero supongo que será cuestión de darnos un poco más de tiempo para convencernos de que como mucho mejor no es que vaya a ser, mejor nos vamos haciendo a la idea de hacer turismo empapados y con un viento helador, o se pasará el primer año y ni siquiera habremos salido de la ciudad.



Hay muchas, muchas cosas distintas, pero la mayoría se han vuelto ya cotidianas. Bueno, algunas más que otras. Supongo que hay cosas a las que uno no termina de acostumbrarse, pase el tiempo que pase. Somos lo que somos, y aunque terriblemente adaptables, hay algunas cosas que hemos aprendido que forman parte de nuestra naturaleza. Naturalmente que te acostumbras. Aprendes. Te adaptas. Pero hay cosas que te siguen resultando llamativas.

Una de ellas, a la que creo que tardaré mucho en acostumbrarme, si es que alguna vez llego a hacerlo (y si hay algo que he aprendido es que no tiene por qué no ser así), es a la relación que se tiene con la comida en esta parte del mundo.

Y no me entendáis mal. No soy para nada de las que creen que como en casa en ningún sitio. Entre otras cosas, porque he conseguido ya sentirme en casa en muchos sitios, y hay cosas buenas, no tan buenas y directamente horrorosas en todas partes. No es el topicazo de que los ingleses comen fatal, o que yo no sepa comer más que jamón y aceite de oliva.

Mi asombro viene de algo que supera con mucho la anécdota y los tópicos. Para mí está siendo una auténtica sorpresa vivir en primera persona esta especie de esquizofrenia alimenticia que existe en esta cultura. Yo he llegado a la conclusión de que aquí la comida, y la alimentación, en general, son solo un ejercicio higiénico más. Una de esas cosas de las que uno tiene que ocuparse como de la ducha diaria, de arreglarse el pelo o vestirse de acuerdo con el tiempo que haga. De la misma manera, uno come para no tener hambre. Y eso, que puede resultar absolutamente obvio, es algo que me tiene alucinada. Porque nosotros hacemos de todo, pero no esto. No, no se trata de que sean frugales y se limiten a comer cuando realmente tienen hambre. De hecho, la obesidad es una plaga, igual que en todos los países occidentales. Se trata de que comer, aquí, solo es eso: matar el hambre y a otra cosa. Claro que ocasionalmente sales a cenar y quieres y puedes disfrutar de una muy buena cena. Pero en el día a día eso no es lo que haces con las tres a cinco comidas, no es lo habitual.  

Solo aquí me he dado cuenta de lo importante que es para nosotros comer, de todo lo que implica y supone para nosotros, y de lo que aprendemos y valoramos por el camino. Para nosotros, incluso una comida rápida merece pararse un momento. Nadie come sin una servilleta, aunque sea un bocadillo. Se puede comer solo, pero la comida es fundamentalmente un acto social, grupal, una excusa para relacionarse con los demás, sea la familia, los amigos, los clientes o los compañeros de trabajo. Alguien ha preparado esa comida, y comer sistemáticamente un bocadillo frío a diario es algo que no imaginamos. Los alimentos tienen su sabor, y los condimentos y la preparación lo realzan. No hace falta disfrazarlos, porque la sutileza es una virtud. Pero necesitas haber crecido donde la comida se aprecida de una manera determinada para tener todo esto tan interiorizado que te sorprenda que realmente no sea una verdad universal.
Es cierto que hay mucha comida de cualquier parte del mundo disponible. Además, hay una cantidad de programas y canales temáticos, y publicaciones de cocina, y libros y eventos, y festivales, y cocineros estrella, y restaurantes con cocineros televisivos que resulta verdaderamente mareante. Uno pensaría que nadie hace nada más que pensar en cocinar aquí, pero no creo que ese sea el caso.

Esta extraña relación con la comida me tiene sorprendida. No termino de acostumbrarme a esta forma de comer. 

Así que para quitarme la desazón he vuelto a preparar todo un clásico. No, no es rice pudding. Esto es un arroz con leche de toda la vida que es el postre favorito de mi marido, y que yo casi nunca me acuerdo de hacer y no sé bien por qué. Siempre que lo hago me acuerdo de cuánto me gusta, pero casi nunca se me ocurre hacerlo. Esta vez le añadí un poco de granada y pasas para darle más textura. Pero si no te apetece, no hace falta añadirle nada. O también puedes variar y añadirle unas almendras o unos pistachos picados, o lo que tengas a mano y te apetezca. Si no tiene demasiado sentido,  siempre podrás decir que te ha inspirado un cocinero estrella.


Arroz con leche y granada
Ingredientes (para 4 personas)
200 gramos de arroz
 1100 ml de  leche (1100 ml)
200 gramos de azúcar
1 rama de canela
Piel de un limón
Media granada
Unas pasas
Preparación
Yo descubrí hace tiempo que el arroz con leche en la panificadora sale perfecto y no te tienes que preocupar absolutamente de nada, así que pongo todos los ingredientes en la panificadora en el programa de mermelada y se hace solo. Si no la tienes o no te apetece hacerlo así: el método tradicional es llevar a ebullición la leche, añadir el azúcar, el arroz, la canela y la piel del limón en trozos gruesos para poder retirarlo fácilmente después (a mí no me gusta encontrar trocitos de la ralladura de cítricos en los postres). Cocer a fuego medio con mucho cuidado de que no se queme hasta que esté hecho el arroz: unos 20 minutos. Retirar la canela en rama y la piel de limón y poner en los recipientes de servir a enfriar. Con estas cantidades salen aproximadamente 4 raciones de arroz  con leche. Servir con unos granos de granada y unas pasas.



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9 comentarios

  1. Que buena pinta tiene!
    Le tiene que dar un sabor muy refrescante la granada al arroz.
    Yo creo que es cuestión de tiempo... siempre cuesta un poco adaptarse...
    Un besooo y feliz día!

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  2. Pues a mí también me alucina esa relación con la comida. Yo no podría acostumbrarme. Si para mí, el simple hecho de tomarme un café, me gusta hacerlo tranquilamente y con conversaciones amenas...
    Y en cuanto al arroz con leche, también es un postre que me encanta pero no lo hago nunca porque a mi marido no le gusta nada. Estas cuatro raciones que te salen con estas cantidades me las tendría que comer yo sola. Que no es que me importe, pero a mi báscula sí.
    Bueno, que me enrollo. Espero que tu familia y tú os adaptéis bien por allí.
    Un saludo.

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  3. Me he quedado más que sorprendida de la manera que tienen los ingleses de ver la comida, aunque por otra parte tampoco es que me parezca algo descabellado.
    Yo siempre que he conocido a alguien que ha vuelto de allí de vacaciones, lo primero que dicen es, que mala es la comida, pero claro, al quedarse ya a vivir, profundizas más en el asunto.
    Aún así, es comprensible que haya esas diferencias entre ambas culturas, ya que la suya es bastante más individualista y menos social que la nuestra. Como me dijo mi madre, es por el tiempo tan malo que tienen!! jajaja.
    Al final, a todo se acostumbra uno. Por lo demás, espero que esté todo bien.
    Un beso muy fuerte, y encantada de leerte como siempre.

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  4. Uma sugestão bem ao meu gosto, ficou lindo e cremoso tão como eu gosto.

    Beijinhos

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  5. No sabes cuánto me he identificado con estas dos frases tuyas " un arroz con leche de toda la vida que es el postre favorito de mi marido, y que yo casi nunca me acuerdo de hacer y no sé bien por qué. Siempre que lo hago me acuerdo de cuánto me gusta, pero casi nunca se me ocurre hacerlo. " Las suscribo de principio a fin, podría haberlas escrito yo. A ver si ahora al verte y con el toque tan bonito y apetitoso de la granada, me animo y lo preparo antes del fin de semana.
    Un beso.

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  6. Creo que la madre de Marta tiene razón, será el tiempo o será el carácter que imprime el vivir en una isla,
    Raros son un rato con la comida, y con otras cosas... ejem! Habrá también personas que se asemejen más a nuestra cultura, yo desde luego comer de prisa y corriendo o sentada en el sofa con un bocadillo viendo la tele.. desde luego que no me veo.
    Me gusta compartir las comidas con mi gente, y con mis amigos.. disfruto preparando y pensando que les serviré..
    En fin el arroz con leche una maravilla, y eso de que se puede preparar en la panificadora no se me habia ocurrido.
    Un beso
    http://desdelacuinadelhort.blogspot.com.es/

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  7. Te estaba leyendo y parecía yo misma cuando viví en Londres.....aunque yo estoy en San Sebastián y tenemos un tiempo de perros así que....aquí el viento y las olas rugen y rugen bien.
    Un beso guapa
    Marialuisa

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  8. Anónimo6/2/14 23:52

    Nunca he tenido que alejarme de mi ciudad, nací en Lima y siempre he vivido aquí, la máxima mudanza ha sido de la casa de mis padres, a mi depa de recién casada y luego a mi casa con mis hijos.
    Pero supongo que las adaptaciones cuestan un poquito, y mira que si el tiempo se pasa volando es porque estás muy bien que ni cuenta te das.

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  9. El arroz con leche que has hecho tiene una pinta estupenda. Y tu reflexión sobre las costumbres y la comida me ha parecido muy interesante. No he tenido la suerte de comprobarlo por mi misma viviendo una temporada por allí pero desde luego que comer un bocadillo frío a diario es algo que a nosotros nos cuesta mucho más asimilar. A lo mejor a eso no hace falta que te acostumbres :)

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